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Tormentas solitarias: dos retratos literarios sobre la soledad  

Javier David Giraldo Arias / javier.giraldo@udea.edu.co

18 de octubre de 2024

Un análisis de la soledad representada en dos novelas contemporáneas, Inferno (Strindberg) y El Hombrecillo de los Gansos (Wasserman), que exploran la profundidad emocional del ser humano y sus luchas internas.

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Fotografía de archivo. Intervención: Andrés Camilo Tuberquia Zuluaga.

La soledad ha sido una de las experiencias humanas más frecuentemente representadas en la literatura contemporánea. Títulos célebres como Los hermanos Karamázov de Fyodor Dostoyevsky, Drácula de Bram Stoker, La metamorfosis de Franz Kafka, El extranjero de Albert Camus o La náusea de Jean-Paul Sartre exploran esta experiencia desde diversas perspectivas, evidenciando su carácter multifacético: la soledad no solo surge de la falta de compañía, sino también del conflicto interno, la incomunicación y la alienación espiritual.


Los principales tópicos de Inferno de August Strindberg, publicada en 1897, y El Hombrecillo de los Gansos de Jacob Wassermann, publicada en 1921, representan aproximaciones significativas a la soledad, abordada desde la perspectiva del ser humano atormentado e incomprendido que se aísla de sus semejantes. Ambos textos destacan que este fenómeno no solo es un reflejo del entorno, sino también una condición psicológica profunda que puede conducir a la destrucción, pero que a su vez contiene un potencial redentor.

Montaje: Andrés Camilo Tuberquia Zuluaga.

La soledad en Inferno y El Hombrecillo de los Gansos 


El dramaturgo y novelista sueco August Strindberg (1849-1912) es considerado uno de los padres del teatro moderno, e Inferno es una obra autobiográfica que captura una de las etapas más caóticas y turbulentas de la vida del autor. Según Olof Lagercrantz, autor de la biografía de Strindberg, este había experimentado varias rupturas personales, entre ellas dos divorcios y graves problemas de salud mental que lo llevaron a una crisis espiritual que alimentó esta novela. Inferno refleja la lucha interna del autor y explora su búsqueda espiritual e inmersión en el simbolismo, la alquimia y el ocultismo.


La vida de August Strindberg estuvo marcada por un conflicto constante con la sociedad, la religión y él mismo, producto de su fascinación por las ciencias ocultas. Este conflicto se refleja en gran parte de su obra literaria y teatral, donde explora temas como la alienación, la locura y la desesperación. Strindberg utiliza la soledad en Inferno para examinar el colapso del yo ante el caos interior. 

Su tendencia a desafiar las normas sociales y su obsesión con lo desconocido contribuyeron a su propia desconexión del mundo, haciendo que la soledad fuera un tema central en su vida personal y profesional, como afirma Goran Stockenström en su libro August Strindberg and the Other: Studies in Drama and Fiction.


Fascinado por la alquimia y el ocultismo, Strindberg se aparta del mundo externo en su desesperado intento de encontrar respuestas trascendentales a su existencia. Sin embargo, esta búsqueda lo aísla más profundamente, haciéndolo sentir acosado por fuerzas invisibles. El propio Strindberg escribe: “Estoy rodeado de enemigos invisibles; luchó contra fantasmas que mi mente crea, pero que son tan reales para mí como si estuvieran de carne y hueso”.


En Inferno, Strindberg nos adentra en la mente de un escritor atrapado en su propio laberinto mental. La novela cuenta el sufrimiento del autor, quien vive en un constante estado de persecución, desintegración espiritual y caos. “Mi alma está enferma, pero en la enfermedad he encontrado una nueva vida”, se lamenta el autor del libro. La frase anterior ilustra cómo la lucha interna y la soledad se retroalimentan, generando una espiral de aislamiento donde no solo atraviesa por distanciamiento social, sino que también vive una desconexión total de la realidad y de sí mismo. La mente del protagonista se convierte en su enemigo, como él  dice: “No hay peor enemigo que uno mismo”.


En contraste, El Hombrecillo de los Gansos de Jacob Wassermann aborda la soledad desde la perspectiva de un hombre que, en su búsqueda de la perfección artística, se aísla del mundo, reflejando el conflicto entre el genio artístico y la incapacidad de formar relaciones humanas significativas. Daniel Nothaff, el protagonista, es un músico cuya brillantez se ve opacada por su incapacidad de conectarse con las personas que lo rodean. 


Su soledad, a diferencia de la de Strindberg, no proviene del caos mental, sino de una actitud distante y desdeñosa hacia los demás. En este sentido, el protagonista dice: “el arte es mi único refugio, y los hombres son extraños para mí”, subrayando cómo su desconexión es más una elección que una consecuencia de factores externos. Nothaff vive encerrado en su burbuja de artista incomprendido, lo que lo lleva a una vida de aislamiento autoimpuesto.


El Hombrecillo de los Gansos fue escrita por Jacob Wassermann (1873-1934), un novelista alemán de origen judío que, a lo largo de su carrera, escribió sobre personajes que enfrentan dilemas morales y existenciales, con un fuerte enfoque en las consecuencias psicológicas de sus decisiones, analizó Roy Pascal en su libro The German Novel and the Weimar Republic. 


Wassermann representó por medio de la ficción su propia marginación, en parte debido a su origen judío en una Europa cada vez más hostil hacia las minorías. Su obra muestra personajes que, como él, se enfrentan al aislamiento social, pero también a la autoexclusión.

 
De acuerdo con Pascal, Wassermann criticaba la falta de comprensión y empatía en el mundo moderno, un tema recurrente en su obra, y la soledad de sus personajes es un reflejo de esa lucha por encontrar un lugar en una sociedad que los rechaza.

 

Montaje: Andrés Camilo Tuberquia Zuluaga.

El simbolismo del arte: redención o condena


Un punto interesante en ambos autores es cómo vinculan la creación artística con la soledad, pero desde perspectivas opuestas. Para Strindberg, el arte se convierte en una tabla de salvación. A través de la escritura, el protagonista de Inferno intenta dar sentido a su caos interno, lo que convierte al arte en un refugio ante la locura. “La escritura es el puente que me mantiene sobre el abismo de mi propia mente”, escribe el protagonista, sugiriendo que, aunque no puede escapar completamente de su aislamiento, el acto de crear le ofrece una forma de resistencia.


En contraste, en El Hombrecillo de los Gansos, el arte es la causa de la soledad del protagonista. Daniel Nothaff usa su talento como una barrera para justificar su aislamiento. La destrucción de sus partituras, el fruto de toda una vida, al final de la novela simboliza la pérdida total: ha sacrificado sus lazos humanos en vano, pues incluso su obra, aquello por lo que se aisló, se desvanece: “He puesto todo en mi arte, pero al final, ni el arte ni la compañía humana pudieron salvarme”, se lamenta. 


Mientras que en la obra de Strindberg la soledad es un producto de la lucha interna y la desintegración mental, en la novela de Wassermann es una elección consciente que lleva a la desconexión social. En ambos casos, la soledad se revela como un estado destructivo, pero que también ofrece la posibilidad de redención si se reconoce a tiempo la importancia de la conexión humana.  


Así, tanto Strindberg como Wassermann nos confrontan con la complejidad de la soledad, subrayando que, aunque puede ser una fuente de sufrimiento, también puede ser el catalizador para la reflexión y el autoconocimiento. Al final, la obra de ambos autores nos invita a cuestionar nuestras propias relaciones y el impacto del aislamiento en nuestras vidas, recordándonos que la búsqueda de conexión y comprensión es una necesidad inherente a la condición humana.

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