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Extrañar a alguien que no me puede extrañar: el duelo tras la pérdida

Sara Vanegas Cardona / sara.vanegasc@udea.edu.co
Nasly Torres López / naslym.torres@udea.edu.co

10 de octubre de 2024

Aunque la muerte es inevitable, ¿qué significa hacerle duelo cuando el mundo avanza mientras el corazón aún carga el peso de la ausencia? Estas historias exploran esas formas de soledad que aparecen en medio de las complejidades de un proceso de duelo.

Fotos: Museo Cementerio San Pedro. Intervención: Sara Vanegas Cardona. 

Andrés Tilano perdió a su amiga Marilyn en un trágico accidente en 2021 y, desde entonces, el "qué hubiera sido" lo acompaña cada semana. Aunque ha seguido adelante, la ausencia de ella es una herida que sigue abierta. Como él, muchas personas enfrentan el duelo, no solo por la partida de un ser querido, sino también por la "pérdida de la reciprocidad", esa desconexión emocional que ocurre cuando el vínculo se rompe abruptamente porque una vida termina. 


Alberto López, pensionado de Fabricato de 71 años, también enfrentó una pérdida desgarradora en 2020: la muerte de su mejor amigo por covid-19. Esta experiencia lo dejó sumido en una tristeza profunda, intensificada por el confinamiento y la imposibilidad de despedirse adecuadamente. A pesar de estar acompañado por su esposa, su hogar, que antes era un refugio de paz, se transformó en un espacio de soledad. "Cuando la muerte no se espera y no hay posibilidad de despedirse, el proceso de duelo se vuelve más complejo, y la soledad en tiempos de pandemia se siente al doble", dice Alberto.


Su amigo había sido su compañero de vida desde la infancia, cuando compartían juegos en las calles de Manrique. La pandemia no solo le robó a Alberto la oportunidad de despedirse, sino también el consuelo de compartir su dolor con otros seres queridos. Para él, la ruptura de ese vínculo fue devastadora, pero lo que más marcó su experiencia fue la soledad que le siguió a la pérdida.

Foto de Alberto y su amigo.png
Foto del equipo de Alberto (azul) y su amigo (rojo). / Foto: Archivo. Intervención: Nasly Torres López.

Esta soledad, según Juan Sebastián Acosta, director de la Unidad de Duelo de la funeraria San Vicente, se traduce en una "pérdida de la reciprocidad". El concepto se refiere a la desaparición del intercambio emocional que define las relaciones socioafectivas en la vida. 


Como explica Acosta, cuando la muerte rompe este equilibrio de manera abrupta, deja a la persona viva con un profundo sentimiento de vacío, ya que no hay respuesta del otro. "La soledad es el sentimiento de ser uno donde antes se podía ser dos o tres; un nosotros", señala. En el caso de Alberto, el intento de mantener el vínculo con su amigo amplifica esa sensación de desconexión.


Para Andrés Tilano, que tiene 22 años y vive en Miami (Estados Unidos), Marilyn no era solo una amiga, sino también una hermana. Ambos compartieron sueños, entre ellos el de mudarse a España. Sin embargo, esos planes se truncaron cuando, un día afuera del aeropuerto, un conductor atropelló a Marilyn y a su madre. Mientras la madre logró recuperarse, ella no tuvo la misma suerte: quedó en coma y falleció una semana después.


La pérdida de su amiga ha sido un dolor constante para Andrés. Ahora vive fuera del país y la ausencia de Marilyn sigue pesando. Para mantener viva la conexión con su amiga, Andrés hace una oración por ella todos los días. Ambos compartían una relación tan profunda que decidieron hacerse un tatuaje juntos, un diseño de un dinosaurio creado por Marilyn, que para él es el símbolo tangible de su amistad. "Es difícil continuar con la ausencia", dice Andrés, quien encuentra consuelo en la creencia de que sus caminos volverán a cruzarse algún día.

"Ambos compartían una relación tan profunda que decidieron hacerse un tatuaje juntos, un diseño de un dinosaurio creado por Marilyn, que para él es el símbolo tangible de su amistad." 

Tatuaje de Andrés Tilano. / Foto: Cortesía

La experiencia de Andrés refleja también el impacto de la pérdida de reciprocidad: la sensación de soledad no solo proviene de la ausencia física, sino también de la imposibilidad de compartir momentos que solían ser parte de su cotidianidad. Como señala Ana María Cortés, coordinadora del programa de acompañamiento al duelo del Museo Cementerio San Pedro, hay una diferencia entre la “soledad preocupante”, que se siente a pesar de estar rodeado de personas, y la “soledad solitaria”, que puede ser enriquecedora. La de Andrés pertenece a la primera categoría, al no encontrar respuesta en quien alguna vez fue su confidente.


Tanto Alberto como Andrés enfrentan una soledad que no solo es física, sino emocional. La pandemia restringió los funerales y las despedidas, tanto como también la posibilidad de compartir el dolor con otros, lo que profundizó su sensación de aislamiento. "Mi casa se convirtió en un lugar de soledad, a pesar de la presencia de mi esposa. Sentía que había perdido una parte de mí", dice Alberto. La falta de un ritual de despedida adecuado transformó su hogar en un eco constante de lo que había perdido.


Sin embargo, no todo el duelo se reduce a la soledad. Fray Christian Camilo Agudelo, religioso de la Congregación de Terciarios Capuchinos y especialista en psicología clínica, terapeuta en reeducación y procesos de duelo, señala que la soledad no solo es un desafío, sino también una oportunidad para acercarse a Dios y encontrar consuelo en la fe. 


Según Agudelo, estos momentos difíciles pueden transformarse en ocasiones para profundizar la conexión espiritual, con el apoyo de la comunidad religiosa y recordando a las personas que, a través de la fe, nunca están verdaderamente solas. Así es como Andrés vive con esperanza; a través de la oración se siente conectado espiritualmente con Marilyn y encuentra consuelo.


Los expertos coinciden en que no existe un camino único para atravesar el duelo. Como plantea el libro Sobre la muerte y los moribundos, de Elisabeth Kübler-Ross, las etapas del duelo —negación, ira, negociación, depresión y aceptación— no son universales ni lineales, pero sí ofrecen un marco para comprender el proceso emocional que acompaña la pérdida. La clave está en encontrar formas de resignificar la ausencia, ya sea a través de la fe, la terapia o el apoyo de amigos y familiares.


En Medellín, hay espacios como el Death Café, un lugar donde los asistentes se reúnen de manera informal para tomar un café y hablar abiertamente sobre la muerte. Este es un espacio seguro y respetuoso donde, sin buscar conclusiones ni soluciones, comparten lo que cada persona piensa y siente sobre “el morir”. Desde el 2011 estos encuentros buscan romper el tabú de hablar de la muerte para ayudar a vivir con más conciencia del presente. No es una terapia, sino una charla entre personas que reconocen la muerte como parte de la vida. 


En la ciudad, estos espacios son dirigidos por Ana María Cortés y ofrecen un lugar para que quienes atraviesan un duelo puedan compartir sus pensamientos y emociones sin miedo. "En nuestra ciudad hay espacios donde una persona en duelo puede ir y sentirse entendida y acogida", afirma Cortés. Al final, aunque el duelo y la soledad pueden sentirse insuperables, compartir la experiencia con otros y reconectar con la vida a través de actividades significativas puede facilitar el proceso de sanación emocional. A través de estos gestos, las personas aprenden a vivir con una pérdida que, aunque dolorosa, hace parte del ciclo de la vida.

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​Si estás pasando por la pérdida de un ser querido y sientes que necesitas ayuda, puedes acercarte a la Unidad de Duelo de la funeraria San Vicente o al Programa de Acompañamiento al Duelo del Cementerio Museo San Pedro. Allí encontrarás grupos y expertos abiertos para toda la comunidad. También puedes contactarte a las líneas de WhatsApp:

+57 321 8703675 (Programa de Acompañamiento al Duelo Cementerio Museo San Pedro).

+57 320 784 38 87 (Unidad de Duelo funeraria San Vicente).

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