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Un vacío en el cuarto y en el cuerpo

Laura Manuela Cano Loaiza / laura.cano1@udea.edu.co

                                               11 de septiembre de 2024

La pérdida de un bebé durante o después del embarazo conlleva un duelo que usualmente está marcado por una soledad múltiple. Este vacío, que surge del cuerpo, el hogar y la sociedad, sigue siendo una experiencia incomprendida y poco reconocida.

Collage: Laura Manuela Cano Loaiza

Yolanda Rodríguez tiene dos hijas, una nacida en 1983 y la otra en 1998. Entre esos dos nacimientos, perdió cuatro bebés en la etapa de gestación. La primera fue meses después de quedar viuda de su primer esposo. “Cuando él se murió, que yo tenía tres meses de embarazo no más, para mí fue llevadero y seguí en mi trabajo, en mi estudio, en lo que yo estaba haciendo, porque tenía la ilusión y la esperanza de esa bebé.” Una semana antes de la fecha proyectada de nacimiento, dejó de sentir movimiento en su vientre y fue a hacerse una ecografía en la que le revelaron que la bebé había muerto.


Vivir la pérdida de un bebé, feto, o embrión, puede ser una experiencia atravesada por la soledad. En muchos casos aquello que se pierde no tiene nombre, pero está cargado por la expectativa de un proyecto de vida. Otras veces ya tiene nombre, sexo, cuna y ropa, y lo que se pierde es un futuro que ya comenzaba a materializarse. El duelo perinatal es esa experiencia, múltiple y desconcertante, de perder un hijo o hija antes, durante, o poco después de su nacimiento.


La OMS define el período perinatal como el transcurrido entre las 22 semanas de embarazo y el séptimo día después del nacimiento. El duelo perinatal es la respuesta a una pérdida sufrida en cualquier punto de ese período, pero definirlo en términos tan cuadriculados es insuficiente cuando el impacto que causa la muerte de un bebé –o lo que iba a ser un bebé– puede estar marcado por factores que ignoran el tiempo de gestación. Por esto, el psicólogo Andrés Camilo García, de la Unidad de Duelo de la Funeraria San Vicente, lo nombra como aquel que se da por una pérdida que puede suceder desde cualquier momento del embarazo en que ya hay un vínculo afectivo con el bebé hasta los dos años después del nacimiento. En muchos casos, ese vínculo existe incluso antes de la gestación porque ese hijo o hija ya está en el proyecto de vida de la madre y la familia, así que incluso una pérdida temprana podría arrastrar el peso de meses o años de expectativas.

Collage: Laura Manuela Cano Loaiza

Tras quedar viuda, Yolanda se había ido a vivir sola a una casa cerca de sus padres mientras estudiaba medicina veterinaria en la Universidad del Tolima. Al momento de la pérdida, todos los objetos que tenía para la bebé la hacían sentir acompañada y por eso no dejó que le cambiaran el espacio hasta que se mudó y regaló las cosas después de cinco meses: “Una de mis hermanas me dio una cuna; como yo coso, le hice su toldillo, sus sábanas, le tenía ya la cama vestida y en una cajonerita tenía la ropita de la bebé. Cuando volví a la casa [después de la pérdida] nadie me había retirado eso del cuarto y ya después no lo dejé quitar”.
Después de esa pérdida, Yolanda se volvió a casar, intentó quedar embarazada de nuevo y sufrió otras tres pérdidas —dos bebés varones y un embrión— antes de tener a su segunda hija.


“La pérdida más difícil fue la primera del segundo matrimonio. Primero, porque nuestra mentalidad machista priorizaba tener hijos hombres y segundo porque era un nuevo matrimonio y yo tenía sembradas todas mis esperanzas en tener un bebé con él. Yo tenía la ilusión de que eso sería la solución a muchas cosas que estaban sucediendo en ese momento, cuenta”. Ese bebé lo perdió a los siete meses de gestación y decidió lactar sin intentar ‘secar’ la leche como había hecho en su primera pérdida porque creyó que podría perjudicar futuros embarazos, por lo que tuvo más presente la ausencia y el vacío en su cuerpo durante varios meses.


Yolanda ingresó a un programa de fertilidad tras haber perdido dos bebés con su segundo esposo. Allí la acompañaron durante el quinto embarazo, que perdió porque fue ectópico (cuando el óvulo se implanta fuera del útero) ,y el sexto embarazo, que sí llegó a término. Con los exámenes que le hicieron en el programa se enteró que sufría síndrome antifosfolipídico, un trastorno del sistema inmunológico que genera coágulos en la sangre y causa abortos espontáneos e infertilidad.


Culpa e incomprensión


Uno de los rasgos determinantes del duelo perinatal es que, en la madre, está atravesado por el cuerpo. Esa soledad en el hogar y en el proyecto de vida va acompañada de la soledad que experimenta un cuerpo preparado para abrazar y alimentar un bebé. El psicólogo Andrés García lo menciona como un elemento crucial en la forma en que se comprende la pérdida. Los cambios en el organismo pueden ser la prueba de que en él se gestó una vida y así validar el duelo, pero a la vez, ese cuerpo en el que la vida no llegó a término puede hacer sentir culpable a la mujer. Carla Álvarez, psicóloga de la Clínica del Prado, habla de un sentimiento de fracaso biológico que tiene implicaciones profundas en la autoestima de la mujer. Por eso, insiste en la importancia de promover la educación frente a temas como la lactancia en el duelo, los riesgos en el embarazo y el acompañamiento a las mujeres que pueden atravesar este duelo.


En las pérdidas que sufrió Yolanda, recibió comentarios y actitudes que resultaban incomprensivas por parte de quienes la rodeaban, incluso cuando no eran malintencionados. “Con la de la primera niña, en mi familia me decían que si Dios no me había dejado esa bebé era por algo, que habría sido más difícil cuidar de dos hijos sola. Donde más apoyo recibí fue con la psicóloga de bienestar de la universidad donde estudiaba. Y cuando perdí al primer niño fue tenaz porque no tenía el apoyo de mi familia, que nunca estuvo de acuerdo con que yo me volviera a embarazar; ni el apoyo de la mamá de mi esposo; y tampoco tenía ningún apoyo por parte de él, porque me echaba la culpa de la pérdida.”

Collage: Laura Manuela Cano Loaiza

Aunque no todos los comentarios en torno a este duelo se hacen con intenciones hirientes, la falta de una cultura alrededor del duelo y la muerte hacen que la pérdida perinatal se viva en soledad. Según Carla, mucha gente evita hablar de este duelo, especialmente al tratarse de un bebé cuya muerte es más inesperada, o intenta apoyarlo desde frases que obstaculizan el proceso para la madre y su familia y resultan más dolorosas que amables: “todavía está muy joven, puede tener más hijos”, “mejor que lo perdió ya y no cuando el bebé estaba más grande”, “no llore, déjelo descansar que ya está en el cielo”.


“Una persona que uno no pudo conocer”


En mayo de 2015, Marleny Mejía se enteró de su primer embarazo a los 39 años. Meses antes había tomado la decisión de tener hijos con su esposo, Germán Guerra, algo que no había considerado antes en su vida, y estaba ilusionada con la idea. A los tres meses de gestación fue a realizarse la primera ecografía en medio de un fuerte episodio de hiperémesis gravídica, una versión grave de las náuseas matutinas que se presentan en el primer trimestre. La ausencia de latido y las palabras “Eso se le murió, vaya a que se lo saquen”, pronunciadas por el médico, le confirmaron que había perdido a su bebé.


Después de corroborar el diagnóstico en otro centro médico, se fue a la Clínica Bolivariana para saber cómo proceder. “Entonces yo me fui caminando, llorando, contándole a todos lo que ya sabían que estaba embarazada que había perdido el bebé. Todos me daban ánimo y la familia es muy querida diciendo que eso va a pasar, pero uno no sabe si va a pasar, uno solo está enfocado en que [la oportunidad de tener ese bebé] ya pasó y no pasó. Que estaba en embarazo y se murió.” En la clínica le entregaron las pastillas para la expulsión y se fue a su casa a comenzar el proceso –y el duelo– con unas contracciones tan dolorosas como las de un parto.


Tiempo después del embarazo, Marleny y su esposo intentaron de nuevo quedar embarazados, a la par que vivían su duelo. Asistieron a una clínica de fertilidad donde les informaron que ella ya no tenía óvulos fértiles y le ofrecieron la opción de implantar en su útero el óvulo de un donante, pero rechazaron la oferta y comenzaron a prepararse para adoptar. “Me duele recordar a mi bebé. Y lo triste que fue anhelar y no tenerlo. Lo fuerte que tuve que ser delante de mis amigas embarazadas, viéndolas a ellas felices, esperando sus bebés y que luego [los médicos] me dijeran que no podía tener hijos.”


Casi un año después de esa pérdida, cerca de cumplir los 40 años, Marleny quedó embarazada nuevamente. “No sabes el susto tan terrible al ver las dos rayitas. Yo decía que no quería perder ese bebé. Todos los escenarios fatídicos pasaron por mi cabeza: otro legrado, los riesgos de mi edad, empecé a pensar en todo.” La pérdida perinatal afecta los futuros embarazos de quienes la sufren –que pueden presentar síntomas de depresión y ansiedad– y muchas veces pueden vivir esas siguientes gestaciones marcadas por la ansiedad y el temor de que se repita la historia, llegando a impactar la forma en que ejercen la maternidad o paternidad de los hijos o hijas que tengan después.

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Collage: Laura Manuela Cano Loaiza

Fátima, la hija de Marleny y Germán, nació en 2016. Llegó a sus vidas un año después de la pérdida de quien pudo haber sido su hermano, a quienes sus padres al día de hoy llaman Frijolito. “Eso duele toda la vida. Es un bebé anhelado, amado, una persona que uno no pudo conocer. Es un vacío que queda, eso no se supera. A pesar de que tengo a mi niña que es hermosa y la adoro, uno siempre se pregunta qué hubiera sido, que hubiera pasado, qué estaría haciendo, cómo estaría de grande. Me duele, me sigue doliendo y yo creo que toda la vida me va a doler el no haberlo conocido.”


En la espiral de incomprensión de la sociedad hacia la pérdida también quedó atrapado Germán, que al ser el padre recibió menos atención en su dolor. “Yo el duelo lo llevé silenciosamente. No decía nada. Primero fue la rabia por el trato en el hospital y luego el impacto de la pérdida porque ya habíamos empezado a comprar vainitas. Ya había una ilusión y el impacto psicológico es indescriptible. Uno sí se ve invisibilizado porque todo se centra en la madre, así que lo que me tocó hacer fue tragar saliva, respirar profundo y seguir adelante.” 


El psicólogo Andrés García menciona en un capítulo del podcast Martes de Bienestar que este es un duelo marcado por el discurso social y cultural sobre la masculinidad, lo que hace al hombre invalidar su propio sentir en favor de los sentimientos de la madre. Además, el vínculo con el bebé se construye de una manera diferente, pues su cuerpo no está atravesado por la presencia del bebé como sí le sucede a la madre. Especialmente en el primer trimestre no percibe tanto su existencia porque no es tan notoria como lo es en etapas más tardías, cuando se mueve y ocupa más espacio en el vientre, por lo que puede resultar conflictivo para el padre la naturaleza de su relación con ese hijo o hija. Aun así, la rabia, la culpa, la tristeza que aparecen en el duelo de la mujer también las pueden vivir los hombres.


Buscar calidez en un hospital


La experiencia de Marleny y German estuvo marcada por la frialdad del personal médico y la violencia obstétrica. Recuerdan con rabia la forma en que el doctor les informó sobre la muerte de su futuro hijo –Marleny siempre estuvo convencida de que sería un niño– y lamentan no haber tenido un espacio diferencial en la clínica el día que le realizaron el legrado uterino, pues tuvieron que ver familias esperando sus bebés y personas con sus hijos o hijas en brazos mientras ellos atravesaban su pérdida.


Este año 2024, el Ministerio de Salud estableció un lineamiento técnico para la atención integral de la pérdida y el duelo perinatal de acuerdo a lo ordenado por la Ley Brazos Vacíos (2310 de 2023). En él establece detalladamente el tratamiento que deben ofrecer las entidades de salud a las mujeres y familias que sufren una pérdida durante la gestación, nacimiento o puerperio para garantizar una comunicación y atención respetuosa, comprensiva, libre de violencia física y psicológica, con enfoque diferencial y sin sesgos ideológicos del personal médico que pongan en riesgo la salud mental de los dolientes.   


Bajo la aplicación de esta ley, a Marleny nunca le habrían hablado del bebé que perdió como una cosa que debía ser retirada, le habrían ofrecido un entorno alterno a la sala de maternidad para vivir su pérdida, le habrían proporcionado alguna forma de atesorar un recuerdo de su hijo y le habrían ofrecido acompañamiento psicológico a ella y su pareja.

Collage: Laura Manuela Cano Loaiza

Johanna Zapata, directora del Grupo de Investigación en Familia de la UPB, comenta que aunque varias instituciones han realizado estrategias para mejorar la atención al duelo, el colapso en las unidades de maternidad, donde aún se ejerce regularmente la violencia obstétrica, supone una barrera para la aplicación de acciones que cuiden a la madre y la familia durante la pérdida perinatal.


Carla Álvarez habla de los esfuerzos que se han realizado en la Clínica del Prado para formar al personal médico en un trato humanizado hacia la pérdida perinatal y establecer un protocolo. “Venimos haciendo este proceso de sensibilización al personal de salud por medio de capacitaciones, pero es complejo cuando se da el cierre de otras instituciones obstétricas en la ciudad y la atención confluye en dos o tres hospitales. Nosotros atendemos doce mil partos al año, y las instalaciones no son muy amplias pero intentamos garantizar que por lo menos en cada servicio tengamos un lugar instalado para las usuarias en duelo.” Insiste en que el desbordamiento de la capacidad a veces impide su cumplimiento y buscan otras estrategias para proteger la salud mental de la paciente, como mantenerla informada del contexto y de la posibilidad de que entre en contacto con otras gestantes.


El reconocimiento social del duelo perinatal aún tiene mucho camino por recorrer y muchas personas y familias que se enfrentan a él lo hacen en medio de la ignorancia y la incomprensión. Contrario a algunas creencias de la sociedad y muchas frases clichés, el psicólogo Andrés García dice que este es un duelo doblemente válido. Quienes lo experimentan no solo le hacen duelo a la historia que vivieron con su bebé, sino también a la que no pudieron vivir.

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Si atraviesas una pérdida puedes acercarte a los grupos de apoyo en duelo perinatal de la Clínica del Prado o de la Unidad de Duelo de la Funeraria San Vicente, abiertos y gratuitos para toda la comunidad.

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